lunes, 18 de agosto de 2008

Unidad 2 Desarrollo Sustentable

ECOETICA

El filósofo estadounidense Bryan Norton señala que las políticas medioambientales
basadas en un amplio y extenso antropocentrismo —donde los valores humanos de la
Generación presente y los de las generaciones futuras estén igualmente considerados—debieran ser indistinguibles de las políticas basadas en la controversial y problemática noción de “valor intrínseco” de la naturaleza. Esto es lo que él denomina la “hipótesis dela convergencia” y urge a los filósofos ambientalistas para que adhieran a un antropocentrismo conservador aunque “débil” y basen las políticas ambientales en el espectro total del material humano, científico, estético, y en los valores espirituales,
tanto de las generaciones actuales como de las próximas157.

Por otra parte, la actitud de la llamada “ecología profunda”, aun cuando se ha mostrado
en cierto sentido proclive a la especulación teórica, rechaza de plano toda ética. Arne
Naess, filósofo noruego considerado un verdadero profeta de la ecología, publicó en
1973 un breve ensayo acerca de las diferencias entre lo que él ha denominado la
ecología superficial y la ecología profunda159; dicho texto adquirió de inmediato un
carácter fundacional y le otorgó sello distintivo a un movimiento que hasta nuestros días—merced a la divulgación que de sus ideas hicieran en los Estados Unidos Bill Devall yGeorge Sessions160— marca presencia en el debate y la acción militante en el mundo. Naess considera que la (ecología) superficial —la antropocentrista— acusa el defecto de no ser sino otra ciencia más dentro de la familia de las ciencias de la Tierra, tal como lo son, por ejemplo, la oceanografía o la meteorología. Por lo mismo, un ecologista superficial usa su ciencia para avanzar respecto de la anticuada empresa de conquista de la naturaleza, aunque sólo en el sentido de evitar las consecuencias indeseables, los “efectos colaterales” digamos, de tales acciones. Los ecologistas superficiales, en opinión de Naess, asesorarían a los gobiernos y a las empresas en la manipulación del medio ambiente con el exclusivo objeto de generar un rendimiento máximo y sostenido de los recursos. De esta manera, por ejemplo, su labor se limitaría a advertir acerca delos riesgos de la lluvia ácida sobre los bosques comercializables, o de las potenciales consecuencias biológicas derivadas de la introducción de organismos desarrollados por ingeniería genética en el medio ambiente.

La ecología profunda, por el contrario, se centraría —cuando sus implicancias han sido
ampliamente exploradas e internalizadas— en un nuevo modo de experienciar la
naturaleza, literalmente, en una nueva visión de mundo, que rescata las preguntas
básicas acerca de la naturaleza de lo natural, de lo que significa ser un ser humano y de cómo un ser humano debe vivir en su medio natural. Así, las relaciones entre los
organismos y sus ambientes son experimentadas, de acuerdo con la formulación
clásica de Naess, como “nudos en la red biosférica”, o dicho filosóficamente, como un
campo de relaciones intrínsecas.

Ecológicamente hablando, nos advierte el autor, las entidades naturales no-humanas no son esencialmente lo mismo; no son la manifestación ilusoria de una realidad última subyacente como lo afirma la filosofía Advaita Vedanta hindú, inspiradora de la ecología profunda; sino que, más bien, ellas están íntimamente relacionadas; o sea, son lo que son —seres individuales únicos— además de sus relaciones con otros. El resultado de esta comprensión se traduce en la concepción de un todo diferenciado, que de todas maneras es un uno, si se compara con la atomística
ontología de la ciencia moderna, pero que comparada con la mística oceánica que
nutrió a Ghandi, y por su intermedio a Arne Naess, resulta ser una absoluta diversidad.
Callicot concluye su crítica al ecologismo profundo señalando que tenemos que vivir y
funcionar como individuos únicos, pero, a la vez, tenemos que cooperar con los otros
seres vivientes con los que estamos íntimamente vinculados y de los que somos
finalmente dependientes. He ahí la necesidad imperiosa de una ética
medioambiental163.
Por otra parte, el llamado “Eco feminismo”, una de cuyas líderes principales ha sido la
filósofa Karen Warren, reconoce importantes vínculos —históricos, experienciales,
simbólicos, teóricos— entre la dominación de la mujer y el dominio que el hombre ha
hecho de la naturaleza. El postulado básico del eco feminismo sostiene que un análisis y una comprensión adecuada de las pasadas relaciones de dominación pueden iluminar a las relaciones presentes. Todavía más, el eco feminismo afirma que el patriarcado
(literalmente, la reglamentación paterna), la ideología supuestamente responsable de la
dominación de la mujer, es, al mismo tiempo, la ideología responsable por la
dominación de la naturaleza; de tal manera que, liberar a la mujer de la dominación
masculina, liberará de inmediato a la naturaleza también. El eco feminismo argumenta
que es la visión de mundo “androcéntrica” la primera culpable del problema, puesto que
los hombres serían socializados para percibir su identidad en función de una devaluada
imagen femenina del mundo. Por ello se habría desarrollado históricamente una cultura
en la que los hombres acaparan el poder y los valores masculinos se institucionalizan
llegando a subordinar de igual modo a las mujeres como a la naturaleza
Paul Taylor y en general con los autores que han adherido al biocentrismo— eso sí que sería una tarea mucho más difícil, porque una ética que se base en los intereses de las criaturas dotadas de sensibilidad siempre estará en un terreno familiar debido a que éstas tienen necesidades y deseos, de manera análoga a como los tienen los seres humanos.

Singer afirma que para alcanzar decisiones morales que afecten a las criaturas
sensibles se puede intentar añadir los efectos que las diferentes acciones tienen en
todas las criaturas sensibles afectadas por las acciones alternativas que se abren ante
el hombre.
En último término, nos referiremos a la perspectiva ética del llamado “Extensionismo”
medioambiental, cuya aproximación secular básica —secular porque ha optado por no
invocar a Dios como fuente originaria del valor intrínseco de las especies no-humanas o de la naturaleza entendida como un todo— ha intentado articular conceptualmente y
fundamentar de manera teórica una moral directamente referida al medio ambiente, a
través de la extensión o el ajuste de la moral humanista occidental al reconocimiento delestatuto moral de algunas entidades no-humanas. El primero y, probablemente, el más
conspicuo de sus representantes, ha sido el filósofo australiano Peter Singer, quien la
desarrolló inicialmente como una teoría que buscaba extender la consideración moral a
los animales sin referencia al medio o a los problemas ambientales en sí mismos.
Posteriormente, Tom Regan amplió y refinó este primer estadio del extensionismo —el
de los derechos y la liberación animal— a un segundo nivel que avanzó, gracias a la
colaboración de pensadores como Paul W. Taylor, Holmes Rolston III y otros166, hacia
la corriente llamada “Biocentrismo”, teoría ética centrada en la vida.


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